Descálzate
En la Biblia encontramos referentes de las principales experiencias religiosas. Entre los encuentros con Dios, destaca, sin duda, la escena de Moisés ante la zarza ardiendo, en la que Dios le pide: “Quítate las sandalias porque el lugar que pisas es sagrado”. La llamada de Dios a descalzarse es primordial para aprender a orar. Para comenzar este camino de la oración hay que prepararse y tener en cuenta algunos presupuestos.
Es cuestión de tiempo
El tiempo es insustituible en la oración. Hay que dedicarle un espacio generoso si queremos avanzar en ella. No solo porque es un hábito, sino porque los ritmos en estas cosas de la gracia son distintos de los habituales. Nuestra sociedad técnica se basa en la eficacia y rapidez de las respuestas, pero en los procesos y las relaciones personales el ritmo es más parecido a la cultura del campo: se siembra, se espera que acompañen las lluvias y, cuando el fruto madure, se siega y recoge. Necesitas, por tanto, comenzar el camino con buena dosis de constancia y paciencia. Porque habrá momentos en los que no te apetecerá sentarte a rezar, porque sentirás la aridez y la sequedad interior, porque no encontrarás los frutos deseados… Pero si perseveras y no desistes, todo llegará.
El plano espiritual
Durante mucho tiempo he asistido a celebraciones comunitarias en las que los participantes reducían la oración a una serie de conclusiones intelectuales sobre los textos que después aplicaban a sus vidas. Pero esto no es oración, porque nadie se encuentra con otra persona desde la cabeza, sino con el corazón. Necesitamos pasar del plano intelectual al plano espiritual:
“No el mucho saber harta y satisface al ánima,
más el sentir y gustar de las cosas internamente.”
–Ignacio de Loyola
Ejercicios Espirituales No. 2
Sentir y Gustar
Sentir y gustar tienen mucho más que ver con el mundo de los sentimientos que con el de las ideas.
- Gustar, saborear, rumiar son verbos que se refieren a los sentidos y que utilizamos en la oración.
- Por eso el orante se parece a aquel hombre que se detiene a contemplar un cuadro y se sienta tranquilamente en un banco de la sala del museo; o a aquella joven que prueba y saborea un cremoso y dulce helado.
Hay que aprender una forma de conectar con nuestra sensibilidad dejando al lado nuestro afán intelectual.
La actitud fundamental: disponibilidad
Para comenzar a caminar es importante por último tomar conciencia de lo que me mueve a ponerme en oración, porque el encuentro con Dios solo es posible desde la gratuidad y la disponibilidad.
Si no has perdido la conciencia de lo sagrado y respetas a Dios, reconocerás que lo importante es dejar que Él actúe en ti.
Y eso no lo puedes ni predecir ni controlar: es algo superior a tus fuerzas.
Si quieres dirigir tú la relación, la oración no es posible
y estás abocada a la oscuridad, al fracaso o al autoengaño.
En el fondo de ti hay una llamada a emprender este camino,
pues la oración es oblación y tienes
que reconocer que la iniciativa siempre parte de Dios.
¡Quítate las sandalias!
El lugar que pisas es sagrado.
“Moisés pastoreaba el rebaño de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Trashumando por el desierto llegó al Horeb, el monte de Dios, y allí se le apareció un ángel del Señor, como una llama que ardía en medio de una zarza. Al fijarse vio que la zarza estaba ardiendo, pero no se consumía. Entonces Moisés se dijo: “Voy a acercarme para contemplar esta maravillosa visión, y ver por qué no se consume la zarza.”
Cuando el Señor vio que se acercaba para mirar, le llamó desde la zarza: – ¡Moisés! ¡Moisés! Él respondió: -Aquí estoy. Dios le dijo: -No te acerques; quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es sagrado.”
Éxodo 3, 1-5
Quitarse las sandalias es un gesto cargado de significados:
- En el texto bíblico significa, ante todo, despojarse de las seguridades y del poder. Recuerda imágenes de la miseria donde las personas van descalzar; tener calzado es un indicador de poder adquisitivo y nos evita dañarnos y ensuciarnos las plantas de los pies.
- Para entrar en la oración hay que dejar al lado tus seguridades, como al descalzarte.
- En algunas culturas, descalzarse quiere decir “estar a gusto”. Si entras en una casa con el suelo de madera o con alfombras y, si no tienes priesa y te sientes como en tu propia casa, te quitas las sandalias.
- Igual pasa en la oración: sin prisas y a gusto.
- Quitarte el calzado te permite también conectar mejor con la energía profunda de la tierra. Así podemos asentarnos mejor.
- Esto también es necesario en la oración.
Para orar
- Adopta una postura cómoda, pero no tirada. Sentada, con los pies bien apoyados en el suelo, la espalda recta… Tendrás que estar un tiempo sin sentir la necesidad de moverte…
- Cierra los ojos y respira. Mantén tu atención en cómo respiras. Que sea una respiración relajada, sin forzar.
- Relaja tu cuerpo y toma conciencia de alguna de sus partes. Dedícale tiempo a este momento. Siente tus pies y tu calzado, el roce, la temperatura…
- Lee despacio el texto del Éxodo… Escúchalo como si se dirigiera a ti: escucha tu nombre desde la zarza…
- Dios te llama… Siente que Él te convoca en este momento, aunque no sepas a qué…
- Cuando lo creas conveniente, quítate muy despacio tu calzado… Nota los cambios… Siente el frío y las plantas en contacto directo con el suelo… ¿Cómo te sientes?
- Recuerda las palabras de Dios: El lugar que pisas es sagrado… Siente la presencia de Dios que entra por tus pies…
- Nota que el espacio es distinto, sólo porque Él está ahora y aquí contigo… ¿Qué actitud sientes ante Él? ¿Confianza, respeto, miedo, abandono?
- Adora en silencio… Reconoce lo importante que es Él en tu vida… Siente su grandeza y tu pequeñez… No digas nada, sólo siente su presencia amorosa ante ti.
- Concluye la oración dándole gracias por llamarte y pídele que te enseñe a descalzarte siempre que estés ante Él…