El Absoluto

Dice Dios: “Dame tu corazón”.

Y luego, en respuesta a mi perplejidad, le oigo decir:

“donde está tu tesoro, allí está tu corazón”.

Mis tesoros son estos, aquí están:

Personas…   Lugares…

Ocupaciones…  Trabajos…

Cosas…

Experiencias del pasado…

Esperanzas y sueños del futuro…

Tomo cada uno de esos tesoros,

le digo unas palabras

y lo pongo en la presencia del Señor..

¿De qué modo y manera le voy a «dar» esos tesoros?

Mientras mi corazón descanse

en pasados tesoros,

estaré fosilizado, endurecido, muerto,

pues la vida está sólo en el presente.

Así pues, me desprendo

de cada uno de esos pasados tesoros,

de esos dorados «ayeres».

Y  a cada uno le explico que,

aunque le estoy sumamente agradecido

por haber entrado en mi vida,

ahora debe salir de ella…

de lo contrario, mi corazón

no aprenderá jamás a amar el presente…

Pero mi corazón también está en el futuro.

Sus angustiados temores

por lo que habrá de ser el mañana

consumen mucha de la energía necesaria

para vivir plenamente lo que es el hoy.

Hago una lista de esos temores…

y a cada uno le digo:

«hágase la voluntad de Dios»,…

y observo el efecto que ello produce en mí….

sabiendo en el fondo de mi alma

que Dios únicamente puede desear mi bien…

Tengo puesto el corazón en mis sueños,

en mis ideales, en mis esperanzas,

que me hacen vivir fantasías y sueños futuros.

Y a todos ellos les digo:

«Hágase la voluntad de Dios….

que El disponga de ustedes como juzgue oportuno»…

Después de haber rescatado la parte de mi corazón

que estaba prisionero del futuro y del pasado,

Examino ahora mis tesoros presentes:

Y a cada una de las personas que quiero le digo con ternura:

«Eres muy querida para mí,

pero no eres mi vida.

Tengo una vida que vivir,

un destino que buscar

y que es distinto de ti»…

Y les digo a los sitios… y a las cosas…

a las que estoy atada:

«Los quiero mucho, pero no son mi vida.

Mi vida y mi destino son distintos de ustedes».

Les digo esto a las cosas

que parecen ser parte integrante de mi propio ser:

mi salud…

mi manera de pensar…

mi buena fama…

Y le digo incluso a mi vida,

que un día deberá sucumbir ante la muerte:

«Eres deseable y maravillosa, pero no eres mi vida,

Mi vida y mi destino son distintos de tí».

Al final me quedo sola ante el Señor.

A El le doy mi corazón, diciendo:

«Tú, Señor, eres mi vida.

Tú eres mi destino.

Tú eres todo para mí».