Inquietudes

¿Cuál es la motivación más auténtica que necesita una persona para consagrarse a Dios?

La motivación más central, la que nos mueve a tomar una decisión de elegir la Vida Consagrada como estilo estable de vida, es el de sentirnos tan enamorados de Jesús, de su manera de ser y de vivir, que queramos ser completamente para Él y como Él.  Esta motivación viene un poco mezclada con otras motivaciones a las que hay que prestar atención para discernir y elegir lo que más nos conduce al fin para el que Dios nos ha creado.

El deseo de entregar toda nuestra vida a Jesús aparece muchas veces unido a un deseo de entregar nuestra vida al servicio de los más pobres y necesitados, porque nos sentimos llamados a “hacer algo”, comprometiéndonos con la misma causa de Jesús. Dios nos conmueve de tal modo al ver el sufrimiento y el dolor, que percibimos dentro el gran deseo de entregar nuestra vida para que ofrecer vida a muchos.

El lugar de la Vida Consagrada es estar en el mundo al que Dios tanto ama. La Vida Consagrada es un estilo de vida actual y necesaria en este mundo de hoy.  Los religiosos somos una presencia sencilla y discreta que, con el amor y el servicio quiere expresar que Dios es nuestra alegría y el tesoro de nuestro corazón.

  • Frente a una cultura hedonista, que idolatra el instinto y la búsqueda desordenada del placer, buscamos vivir  la práctica gozosa de la castidad haciendo visible y tangible la fuerza transformadora del amor  y la misericordia del Corazón de Jesús en nuestra fragilidad humana y eligiendo amar con un  amor  libre, alegre, generoso y expansivo.
  • Frente al materialismo ávido de poseer, desinteresado de las exigencias y los sufrimientos de los más débiles y carente de cualquier consideración por el equilibrio de los recursos de la naturaleza, buscamos vivir la pobreza evangélica, con un estilo de vida abnegado y austero, y con nuestro compromiso solidario con los más pobres.
  • Frente al individualismo y la auto referencialidad que idolatra la libertad  mal entendida, elegimos vivir la obediencia al Padre, y  sus mediaciones,  que nos hace profundamente libres y felices poniéndonos en camino de elegir constantemente lo que más nos conduce al fin para el que hemos sido creadas.

¿Cuál es el aporte de la Vida Consagrada, su lugar en este mundo? ¿Cuáles son los principales retos?

¿Cuáles son los votos que hace una persona cuando asume la Vida Consagrada?

Los votos que hacemos los consagrados ponen de manifiesto lo propio y específico de la Vida Consagrada, que es la llamada a asumir el mismo estilo de vida que asumió Jesús de Nazareth. Quien elige libremente consagrarse a Dios, como lo hizo Jesús, hace entrega generosa y alegre de toda su persona. Esta entrega de toda la persona queda explícita en la vivencia de los Consejos Evangélicos o Votos.  Los Votos que realiza un consagrado son tres: Castidad, Pobreza y Obediencia.

Castidad                                                                                                                                      Entregamos a Dios todas nuestras fuerzas para amar, centrando en Él nuestro corazón y nuestros afectos. Así, desde ese sentirnos amados y elegidos por Dios, y desde nuestra humilde entrega a Él, nuestro amor se expande  haciéndose  más pleno y generoso.

Pobreza                                                                                                                                  Reconocemos a Dios como la única y verdadera riqueza de nuestra vida. Descubriéndole como nuestra única riqueza, buscamos la libertad y el desprendimiento de los bienes materiales, eligiendo un estilo de vida pobre, austero y sencillo.  Vivimos de nuestro trabajo, como todo pobre de nuestro mundo.

Obediencia                                                                                                                               Toda nuestra vida se va ordenando en una sola dirección que nos da sentido y horizonte: buscar y hallar a Dios en todas las cosas, buscar qué me está regalando Dios y a qué me invita en cada circunstancia de la vida.  La obediencia nos va haciendo personas dóciles al querer de Dios, capaces de escucharle y hacer vida su voluntad.

Sobre el proceso de formación, cada Congregación tiene sus tiempos y sus formas diversas  de realizarla.   Por lo general, hay un proceso de Discernimiento Vocacional, donde la persona sigue viviendo en casa con su familia, con sus responsabilidades cotidianas de estudio, trabajo, pastorales, etc. y es acompañada por alguien de la congregación para hacer un proceso de reflexión, interiorización y discernimiento, que le permita tomar una decisión sobre el estilo de vida al que se siente llamado.

Después de decidir y elegir seguir a Jesús como hombre o mujer consagrado, ya se pasa a vivir en la comunidad y comienza el proceso de formación que tiene varias etapas llamadas: Aspirantado, Postulantado, Noviciado y Juniorado.

Cada etapa tiene su particularidad y su aporte específico en el proceso, y cada persona lo va viviendo desde su manera de ser y su propio ritmo.  La formación toma tiempo, porque es un proceso.  Los procesos no se hacen de manera mágica y rápida.  Nacer de nuevo a una vida centrada en Cristo, requiere tiempo para que Dios transforme nuestra sensibilidad, nuestra mentalidad, nuestras actitudes y toda nuestra vida.

Si quieres saber un poco más sobre cada etapa, puedes visitar en esta misma página la sección de “Quieres ser Apostolina”.

¿Cuál es el proceso de formación que es necesario vivir en la VC? ¿Por qué vivir ese largo proceso?

¿Qué significa la palabra monja?

Monje o monja es el nombre que damos a la persona que pertenece a una orden monástica.  En general, se habla de monje o monja para hablar de los hombres y  mujeres consagrados a Dios, pero es importante notar una diferencia.  Hay hombres y mujeres que se consagran a Dios desde una vida Religiosa Apostólica y hay otros que lo hacen desde una Vida Religiosa Monástica.

Los que se consagran integrándose en una orden monástica y  que lleva una vida retirada, consagrada a Dios y dedicada principalmente a la oración y al trabajo, dentro del monasterio o convento. A esos consagrados y consagradas les podemos  llamar con el nombre monjes y/o monjas.

Otros se consagran integrándose en una Congregación Religiosa de Vida Apostólica, y viven en comunidad, integrados a una misión apostólica en el servicio a los más pobres y necesitados, desde una vida de contemplación en la acción. A esos consagrados y consagradas, aunque en general se les llama monjas, lo más correcto es decir que son religiosos y/o religiosas.

¿Cómo olvidar algo que es tan humano, tan nuestro?

¿Cómo apagarlos o esconderlos o fingir que no existen?

Los deseos sexuales son parte de la vida humana.  Por tanto, no es posible apagarlos, olvidarlos, enterrarlos, ignorarlos.  Dios no nos pide eso.  Los hombres y mujeres consagrados no somos ángeles, ni extraterrestres… somos seres humanos con toda su pobreza y su grandeza, con toda su fragilidad y su fortaleza.   En nuestro deseo de vivir para Dios, vamos integrando nuestros deseos y orientándolos a Él y para el servicio de los demás.

No es sencillo, pero es hermoso ver cómo nuestro corazón se va expandiendo y vamos amando cada vez a más personas y con un amor cada vez más fino y más fiel.

¿Cómo olvidar o qué hacer con mis deseos sexuales?

¿A los religiosos y religiosas les gustaría reestructurar algunas reglas? 

Toda Institución humana tiene unas estructuras que permiten alcanzar el fin para el que ha sido creada. Estas estructuras, que a veces llamamos reglas o normas, sólo buscan orientarnos por el camino de una mayor fidelidad a la llamada que hemos recibido de Dios.  Las normas o reglas han de estar al servicio del crecimiento personal, institucional y, sobre todo, al servicio del Evangelio que quiere ser Buena Noticia de  vida abundante para todos.

Puede ser que alguna norma o regla no sea vivida o asumida por alguno de los miembros con total convencimiento, y esto puede hacer que la persona quiera cambiarla.  Esta es una realidad muy normal y humana.  La tarea que siempre tenemos por delante es la buscar y hallar a Dios en todo, y ver de qué manera somos hombres y mujeres consagrados cada vez más libres para en todo amar y servir.

En los primeros siglos de la Iglesia, siempre  aparece en los escritos, la presencia de personas – especialmente mujeres – que dedicaban su vida al servicio de Dios. También, más adelante, hubo hombres y mujeres que se alejaron hacia los montes para vivir una vida apartada del mundo, para el encuentro y la dedicación exclusiva a Dios.  Esto fue evolucionando a través de los siglos, hasta convertirse en un modo de vida estable llamado por la Iglesia como Vida Consagrada.

En los tiempos en que se estructuró la Vida Consagrada, los monjes y monjas utilizaban el hábito, que era el vestido propio de la época, pero en su forma más pobre y austera.  Las mujeres siempre utilizaban mantos sobre sus cabezas  para salir de sus casas. La gran mayoría de  las congregaciones, tanto masculinas como   femeninas que nacieron antes del Concilio Vaticano II  (antes del 1965) utilizaban hábito.  Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia invitó a la Vida Consagrada a hacerse cada día más cercana al pueblo, a los más pobres y desvalidos. Esto trajo un movimiento intenso en las Congregaciones, y muchas religiosas y religiosos decidieron dejar de utilizar el hábito y de llevar una vestimenta igual a la de las personas a quienes servimos, siempre cuidando el vestir de un modo sencillo y austero, acorde con nuestra opción de vida.

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¿Por qué algunas religiosas llevan hábito y otras no?

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